miércoles, 19 de febrero de 2014

Relato de una joven

A los 16 años, una chica de pestañas rizadas, ojos claros y carisma natural, era capaz de comerse el mundo, y de un solo bocado. Su vida se resumía en farra y locura. Ahora, a sus 19, su mundo se resume en una sola palabra: Matías (su hijo).
“Mati” es un chiquitín travieso que ha cambiado el rumbo de su madre. “Ojo, mi hijo no me cortó las alas, solo me frenó un poco” reitera Daniela, quien jamás ha pensado en declinar sus fuerzas para sacar adelante al niño rubio que desde pequeño nació guapo, porque según dicen, los bebés nacen feos y bien feitos.
Mati es la excepción de la regla. Rubiecito, blanquito, perfecto para un casting.“Cuando lo veo, entiendo lo que una madre es capaz de hacer por su hijo”.  Daniela amó a su hijo desde que lo vio por primera vez, desde que escuchó su primer llanto, desde que Mati robó el calcio de su madre para crecer saludable en el vientre.
Dani cuenta que los cambios se sienten desde el principio, “una mujer sabe cuando está embarazada”. Ella se hizo la prueba de embarazo a los cuatro meses y medio. Tenía miedo, mucho miedo, no al resultado como tal, sino al futuro, pues sus proyecciones eran amplias. Ella esperaba mucho de ella misma. Estaba segura de su beca colegial (producto de sus excelentes calificaciones), de sus sueños en el exterior, de un porvenir comprometedor.
“Quería un esposo que me acaricie la pancita diciéndome que me ama” confiesa Daniela. Desde el nacimiento del bebé ha visto dos veces al padre de su hijo, incluso, alguna vez le prestó veinte dólares. Sin embargo, de ahí en adelante, brilló por su ausencia.
Con una lucha constante entre el “¿que dirán?” y el “¿qué quiero yo?”, Daniela construyó su presente con el peso y sobrepeso del pasado. Pudo terminar sexto curso después de algunos meses e ingresó a la carrera de Psicología a distancia.“Estudiar es posible, sí, por supuesto”, recalca.
Se muestra valiente, a veces, recae, pero sigue firme. Ya no importa que su cuerpo se haya modificado, que sus “cuadritos” no estén, porque todo ha valido la pena. Ninguna emoción se compara con tener entre tus brazos “un pedazo de uno mismo”.
Daniela no tuvo respaldo económico, aprendió a mantenerse sola. Cuando le contó a su madre sobre el embarazo, pensó que se trataba de una broma, incluso recibió la noticia entre risas. “Es verdad que la desilusioné”, pero día a día Daniela ayudaba en la cocina a su progenitora, que según dice, “cocina riquísimo”.
“Cuando uno es joven piensa que todo va a estar bien”. Es verdad que al primer mes, por novelería, todos traen regalos, pañales o pequeños detalles. ¿Y el resto del año?, se pregunta Daniela, quien recibía el sueldo básico para mantener a ella y a Mati. Es consciente de que existen adolescentes que permiten que cualquier miembro de la familia se encargue del hijo. Pero este no fue su caso.Compartiendo tiempo juntos Dani sudó por cada pañal y padeció horas sin dormir cuando Mati nació. Aunque ahora, ya puede dormir tranquila porque sabe que su excelente trabajo dará frutos cuando su bebé crezca.

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